Para este segundo semestre del año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé un panorama ensombrecido para la economía mundial. Esto, además de desencadenar múltiples problemas financieros, impacta directamente en el desarrollo del comercio internacional y en el desempeño de las cadenas de suministro globales que aún aun no ven la luz al final del túnel.
De acuerdo con un informe del FMI, titulado Actualización de perspectivas de la economía mundial, de julio 2022, la economía mundial volvió a presentar altibajos y sacudidas financieras en la primera mitad de este año, dejando de lado la endeble recuperación que se había observado en 2021.
En este análisis, los expertos del FMI pronosticaron que el crecimiento se reducirá de 6,1% del año pasado, a 3,2% en 2022 y 2,9% para el 2023, es decir, rebajas de 0,4 y 0,7 puntos porcentuales con respecto a un informe que ese organismo había realizado en abril de este año.
El FMI señala que durante el segundo trimestre de este año, el producto mundial se contrajo y se generó una inflación superior a lo previsto en todo el mundo. Por lo que proyectó que la inflación se situará en 6,6% en las economías avanzadas y 9,5% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo.
En México, en julio de este año, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ubicó a la inflación de México en 8.15% a tasa anual, lo cual desencadenó aún más una oleada de incremento de precios en productos de la canasta básica.
Frente a este panorama, el Fondo desglosa las 3 principales causas de esta crisis económica:
El FMI prevé que el crecimiento del comercio mundial en 2022 y 2023 se desacelere más de lo que se había previsto, debido a la reducción en la demanda mundial y los problemas en las cadenas de suministro.
También señala que es probable que la apreciación del dólar en 2022 —de aproximadamente 5% en términos efectivos nominales a junio, en comparación con diciembre de 2021— haya ralentizado el crecimiento del comercio mundial, si se considera el papel predominante del dólar en la facturación comercial, así como los efectos de los balances financieros negativos sobre la demanda y las importaciones en países con pasivos denominados en dólares.
El FMI considera que, mientras el aumento de precios siga reduciendo el nivel de vida en todo el mundo, la prioridad de las autoridades económicas debería ser el control de la inflación.
También precisa que las políticas internas para hacer frente a los efectos de la carestía de la energía y los alimentos deben centrarse en quienes se han visto más afectados, pero evitando distorsionar los precios. Plantea que los gobiernos deben abstenerse de acaparar alimentos y energía, y deben procurar levantar las barreras al comercio, como las prohibiciones de exportaciones de alimentos, que elevan los precios mundiales.
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